sábado, 14 de enero de 2012

Mi tulipán

Una sala de hospital fue testigo fiel del acontecimiento. En el recinto con olor alcohol y a suero barato, Dante se despertó con un dolor terrible en la espalda, lo que le recordó que, la noche anterior, lo internaron de emergencia. La mañana gris lo arrastraba a quedarse entre las sábanas, pero era hora de sus medicinas, no tenía tiempo para quedarse. Se incorporó y se dirigió hacia el velador. En el lugar, hermosos tulipanes que nacían de un jarrón oriental, le dieron la bienvenida. El cuadro le pareció extraño de por sí, pero lo más extraño, aún, fue el sobre rosa que yacía efímero sobre el velador. Fue entonces que recordó: los tulipanes eran las favoritas de Lyem. La carta en el sobre decía:

Hola Dan. En la noche, cuando llegue a casa y me di con la sorpresa que te internaron en la clínica, casi muero de miedo. No sabes lo terrible que fue para mí. Apenas llegue de clase, lo primero que hice fue tomar un taxi he ir a verte, pero no me dejaron ingresar porque dormías. No entiendo por qué no cambias y dejas de beber tanto. Sabes que no solo te haces daño ti mismo, sino también a los que te queremos. –Dante leía el papel inexpresivo, como si aquellas palabras cargadas no significaran nada para él-. Sé que no te importa lo que la gente siente por ti, pero sabes que yo siempre estaré a tu lado, pase lo que pase. Y ya que no me dejaron entrar a verte, algo que quise mucho, le dije a la enfermera que colocara los tulipanes en tu habitación para que siempre me tengas presente, a mí me calman, espero que a ti también. No puedo esperar el momento en que salgas para poder abrasarte y demostrarte que lo que tú crees inexistente, sí existe… Te quiere, Ly.

Los ojos de Dante no derramaron lágrima alguna, todo lo contrario. Acaso la enfermera no podía dedicarse solo a hacer su trabajo y dejarse de hacer encarguitos amorosos, pensaba mientras arrugaba el papel que moría con Lyem en su interior. Estúpida enfermera, sentenció.
Al cabo de unos días, cuando mejoró, le llegó la noticia de que Lyem lo visitaría. Tener a Lyem aquí es lo que menos deseo, no es lo mejor, pensaba mientras apretaba sus puños contra las sabanas. Sabía que no era lo mejor para ella. Lyem se merecía algo mejor que él. El corazón de Dante se encontraba marchito por el tiempo al igual que los tulipanes en el jarrón chino.
Fue un domingo por la mañana cuando Lyem lo visitó.

El sol, misteriosamente renacido, filtraba su luz entre las cortinas iluminando todo la habitación. Dante había solicitado a la enfermera, que en algún momento llamó estúpida, cambiar las flores del jarrón. Ahora, nuevas tulipanes renacían brillantes al igual que el nuevo Dante. Se había prometido, así mismo dar todo de sí para que funcionase. Mientras los dos jóvenes, más parecidos a niños, que reían de cosas sin sentido, algo cambiaba en el interior de Dante con cada sonrisa que dibujaba Lyem. Pocas veces lo habían hecho sentir feliz. De pronto, miró fijamente los ojos de la mujer que se encontraba a su lado, la tomó de la mano, hubo silenció, tragó saliva y de lo más profundo de su ser salieron las palabras: Te amo…

No hay comentarios:

Publicar un comentario