jueves, 15 de enero de 2009

Solo Eva

Todo pasó en una banca de parque en el concurrido y comercial distrito de San Isidro. Eran aún las 6.00 de la tarde y los últimos rayos del sol morían con sopor. De repente, Santiago divisó al otro lado de la calle una figura que levantaba la mano haciéndole señas. La imagen era difusa como un espejismo. Santiago se frotó los ojos, se ajustó los lentes y volvió a mirar. Era Eva, una compañera de colegio a quien no veía desde la graduación. La mujer se acercó de a pocos, sorteando los vehículos, y en un instante estuvo a su delante. Santiago se quedo helado al verla, ya que la fémina que tenía a su delante era otra. No aquella muchacha escuálida, con acné y trenzas rojas que jugaba fútbol en la escuela. ¡No! Esta era delgada, alta y esbelta. Su rostro no revelaba huella alguna de acné, su piel parecía estar hecha de leche y su larga cabellera era rojiza como ocaso en el horizonte.

- Hola – dijo Eva atizando su melena roja que bailaba con el viento.
- H…o…la – respondió Santiago tratando de articular palabra tras palabra.
- Que milagro encontrarte por aquí.
- Sí, que milagro – vamos no seas baboso piensa algo mejor que eso, se decía para sus adentros.
- Y.. qué haces por estos lares – dijo Eva con sus labios carmesí
- Pues, acabo de salir clases... ¿y tú?– ¡Ja! Eso la impresionará se dijo a si mismo.
- Salgo de la oficina y voy a clases, pero la verdad no me siento bien. –dijo tocándose su plano abdomen.
- ¿Trabajas y estudias? – le pregunto sin dejar de mirar e imaginarla detrás de esas ropas tan ceñidas y en la posibilidad de ligarla.
- En realdiad sí, pero es muy cansado. sabes, estaba pensando en no ir a clases hoy.
- No deberías ir si te sientes mal – le respondió rápidamente. En su mente se gestaba un maquiavélico plan.

Eran ya las 9.30 de la noche y una fina capa de lluvia, esas raras de verano, caía enfriando los calientes cuerpos juveniles. Ya hace mucho las clases habían dado inicio. Ellos, en cambio, conversaban y reían de cosas sin sentido en el oscuro parque. En el suelo cuatro botellas de cervezas vacías y algunos puchos de cigarro los acompañaban.

- ¿Qué tiempos aquellos los del colegio no? – dijo Santiago mascullando.
- Sí, tienes razón. –dijo Eva mientras exhalaba el humo de cigarro. El alcohol estaba cumpliendo su cometido.
- Sabes, eres muy linda –procuró santiago lo más tiernamente que pudo, mientras poco a poco se presionaba contra ella.
- ¡Ah! –dijo Eva desganada.
- Lo que te digo es verdad.
- ¡Si quieres besarme hazlo ya y terminemos de una vez con esto! –le respondió fríamente.
-No, no. No es lo que piensas… -carajo, la cague se dijo a si mismo.
-Sí, lo es. Siempre es igual. Siempre me sucede lo mismo.

12.30 de la mañana. La fría cama de Eva, una vez más, la esperaba vacía al igual que todo dentro de ella. Una noche más de lágrimas amargas.